Una tormenta en un vaso de leche
Un vaso de leche solía ser sinónimo de un desayuno ideal y nutritivo.
Ahora parece estar camino a convertirse en una curiosidad del pasado. Solo en Estados Unidos, el consumo de leche de vaca ha disminuido 40 por ciento desde 1975 y, en la última década, han cerrado 20.000 granjas lecheras.
Oprah, Jay-Z y otros grandes inversionistas de Oatly, la empresa de leche hecha a base de avena que esta semana empezó a cotizar en bolsa, apuestan a que sea un negocio millonario. Gigantes de la industria alimentaria como Nestlé ya han lanzado productos rivales, como bebidas hechas a base de guisantes.
Para los defensores de los animales, la industria láctea ha sido cruel con las vacas. Al aceptar un Oscar el año pasado, el actor Joaquin Phoenix mencionó el tema: “Nos sentimos con derecho a inseminar artificialmente a una vaca y cuando da a luz le robamos a su bebé”, dijo en su discurso. “Y luego tomamos su leche que está destinada al ternero y la ponemos en nuestro café y cereal”.
Para los ambientalistas, la industria de los lácteos es un gran contribuyente al cambio climático: los eructos y flatulencias de las vacas acarrean tanto metano que, si vivieran todas juntas en un país, este sería el sexto emisor de uno de los gases de efecto invernadero más nocivos.
La realidad es que para las personas intolerantes a la lactosa, los veganos y quienes buscan una dieta saludable, las alternativas a la leche de vaca son un estilo de vida. Sin embargo, los nutricionistas tienen algunas advertencias sobre las alternativas hechas con soya, almendras o arroz que inundan las estanterías de los supermercados.
Edward Towers con una de sus vacas. Brades Farm vende leche respetuosa con el medioambiente a cafés y baristas artesanales en botellas etiquetadas como “Less CO₂W Burps” (menos eructos de metano). Fuente: The New York Times