Qué es el Internet de las Cosas y cómo se aplica en el campo
La evolución constante de la tecnología hace difícil predecir cuáles serán los próximos pasos en materia de innovaciones para el agro. Lo que sí es posible afirmar que la última de las revoluciones está marcada por el concepto del Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), que se define como la interconexión digital de diversos elementos.
A grandes rasgos, los beneficios que se obtienen son de dos tipos. Por un lado estos sistemas ayudan a disminuir los costos de producción y los desechos al optimizar el uso de insumos. Además, los datos más precisos ayudan a tomar mejores decisiones y, por ende, se pueden obtener mayores rendimientos.
Desde maquinaria agrícola autónoma hasta sensores para medir humedad y reconocer plagas, estos procesos automatizados y los dispositivos de IoT han permitido una producción más eficiente y con menor riesgo.
Las potencialidades de estas tecnologías toman un valor adicional cuando se tienen en cuenta las advertencias de la ONU respecto a la necesidad de incrementar un 70% la producción de alimentos para 2050, en un contexto de mayor conciencia ambiental. Un estudio de The World Government Summit estima que en 2020 se aplicarán 75 millones de dispositivos IoT a la agricultura a nivel mundial.
Aplicaciones
Aunque años atrás hubiera sonado como parte de una película futurista, gracias al IoT es posible el desarrollo de los “smart tractors”, equipos inteligentes que sustituyen la cabina del conductor por un sistema autónomo basado en cámaras, radares, GPS y sensores. Un caso concreto es el de la empresa norteamericana Smart Ag, que desarrolló tecnología para disponer de tractores autónomos que tiren de tolvas autodescargables.
Estos equipamientos permiten detectar obstáculos para que el vehículo cambie de dirección y evite impactos. Se calcula que el mercado mundial de estos vehículos inteligentes podrá movilizar unos 8.700 billones de dólares en 2023.
A propósito de vehículos, las estrellas en este tiempo han sido los drones, capaces de sobrevolar terrenos agrícolas para conocer con precisión en tiempo real el estado de los cultivos, permitiendo una fumigación en línea con las exigencias actuales.
Esta tecnología por ejemplo está siendo desarrollada por la startup santafesina BioDrone, que trabaja en el primer drone a combustión del mundo destinado al monitoreo y control de plagas en tiempo real para el campo. El sistema combina un vehículo de combustión interna (hoy la mayoría funciona con baterías) y una red de trampas geo posicionadas que detectan la presencia de insectos. Conectados a través de la nube, ambos funcionan a la par, eliminando los tiempos muertos que hoy existen entre la detección de plagas y la aplicación de pesticidas.
Otra aplicación interesante del Internet de las Cosas es la monitorización online. La sensorización permite que los agricultores vean en su smartphone o tablet parámetros como temperatura, humedad o tamaño del tallo de la fruta o del cultivo. Esto se traduce en ahorros de costos y mejoras de la productividad.
Este avance no es solo aplicable a la agricultura. En la ganadería pueden hallarse innovaciones en línea con lo antedicho: la firma santafesina DronAgro está desarrollando un sistema de reconocimiento facial para el ganado que le permite al productor tener en su dispositivo todo lo referente a la identificación, registro y trazabilidad del ganado vacuno.
DESAFÍOS
Así como se consignan los múltiples ventajas del IoT, no deben perderse de vista los desafíos, sobre todo para aquellas zonas menos desarrolladas. Un reporte del Banco Mundial alerta sobre este tema, fundamentalmente en las áreas con poca señal, sugiriendo ofrecer incentivos para los productores.
El organismo también marca los altos costos que a veces puede demandar la instalación de estos sistemas. En este punto sugiere el trabajo a través de cooperativas, tal como por ejempplo trabajan desde el Centro de Innovación y Tecnología Aplicada (Cita): se trata de la firma creada por cuatro entidades (San Jerónimo Sud, Armstrong, Álvarez y Piñero) que acercan las innovaciones a los pequeños y medianos productores.
Se destaca también el caso de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), donde la implementación del IoT estuvo motivada por las necesidades de obtener imágenes satelitales de manera fácil, detectar y prevenir accidentes (como pesticidas o sequías), recibir alertas sobre amenazas e incidentes en cultivos y campos y obtener visibilidad durante cada etapa de las campañas agrícolas.
Las posibilidades son sin duda infinitas. Tal como sucede en los diversos sectores de la actividad económica, en el campo la nueva revolución tecnológica del Internet de las Cosas llegó para quedarse. Aumentar el rendimiento por hectárea, optimizar procesos, ahorrar tiempo o predecir fallos en máquinas ya no es parte de una novela de ciencia ficción. Solo resta saber el contenido de los próximos capítulos.